sábado, 23 de noviembre de 2013

Fuera de foco: Philip Baker Hall

Debería haber escrito un post el sábado pasado. Varias son las razones por las cuales eso no pasó, a saber: mi inhibición natural a escribir y mi pseudo o insuficiente habilidad para dicha tarea o quizás la pérdida del orden gramatical, consecuencia de un vocabulario ya desértico. O tal vez mi pelotudez  galopante y la saturación de tiempo debido al estudio de ciertas materias para las mesas finales. Usted elija la opción que quiera.

Bueno, a lo que veníamos. Con una carrera que abarca más de cinco décadas, su voz carrasposa y esas enormes bolsas debajo de los ojos de mirada melancólica, el viejo Philip es un actorazo que siempre garpa cuando participa en alguna película. Empezó de abajo y ha hecho de todo, desde comedias boludas, dramas pesadísimos, thrillers psicológicos e incluso participaciones en varias sitcoms noventosas y más recientes también.

Generalmente, sus personajes son antagonistas y figuras de autoridad (políticos, empresarios, jueces, etc) que tienen menos onda que pelo de japonés. Todo lo contrario a, según él mismo, su personalidad de viejo jodón con un gran sentido del humor.

Fue uno de los primeros actores en representar a Nixon, primero en una obra de teatro y luego en la extraña adaptación al cine de la misma, por parte de Robert Altman. Vale decir que es frecuente colaborador del gran director Paul Thomas Anderson, quien le dio su primer gran protagónico en un cortometraje hecho con dos mangos que se transformó en su ópera prima y, por lo general, le arma magníficos papeles hechos a su medida actoral.

Quizás muchos lo recuerden como el "Detective de biblioteca" Joe Bookman en Seinfeld. Un papel por el cual salió únicamente veinte minutos en pantalla pero que le valió fama mundial y hasta el día de hoy es reconocido por esa participación en la célebre sitcom. Últimamente tuvo un divertido rol recurrente como el hosco vecino de los Dunphy en Modern Family.

Momento cinematográfico por el cual lo recordaré siempre: La escena final de Hard Eight (1996). Si alguno de ustedes conoce una mejor manera de pintar de pies a cabeza a un personaje con un acto tan simple como correrse una manga del saco para cubrir una mancha de sangre, que me la cuente. Y que me busque en Segurola y Habana, 4310, 7mo piso y vamos a ver si me dura treinta segundos.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Mumblecore, o cómo hacer películas con el vuelto de los mandados

No estoy muy seguro sobre cómo describir este subgénero cinematográfico por dos razones. La primera es que sólo he visto tres películas pertenecientes a dicha corriente y la segunda es que sólo me acuerdo de las dos últimas. Lo peor es que creo que la que no recuerdo me había gustado, pero todos dicen que es malísima. En IMDb tiene un quizás poco menos que mediocre 6.3, por lo que podría ser tanto buena como mala. Además, las tres fueron escritas, producidas y dirigidas por los mismos delincuentes: Jay y Mark Duplass.

Y no, no son parientes de Nancy, la jermu de Echarri, jejeje (a veces, cuando hago estos chistes me doy cuenta de que me merezco algunas cosas que me pasan) sino que son dos actores, escritores y directores de cine independiente que siempre trabajan juntos y tocan fibras muy particulares en sus guiones. La cuestión es que su cine se caracteriza por unos elementos muy puntuales: bajo presupuesto, actores amateurs (aunque también usan actores más 'comerciales'), diálogos muy naturalistas e improvisaciones y tramas que se agarran de la baranda de lo absurdo con mucha facilidad y humor.

Uno se da cuenta al toque del contenido autobiográfico de sus films, en los cuales siempre aparecen dos hermanos, uno de los cuales está casado pero se lleva para el tujes con la mujer y el otro es un muchacho bastante pelotudo que aún vive con su madre y se rasca a cuatro manos.

Sus historias parten de un disparador muy simple, casi trillado, que a medida que transcurre la historia va creciendo y los personajes desarrolándose hasta un punto en el que uno se pregunta ¿no podría estar viendo otra cosa?


Cyrus (2010): Esta la vi hace bocha, pero me acuerdo que el personaje de Jonah Hill era un chabón re bipolar, esquizo o algo así que le hacía la vida imposible a John C. Reilly (que, dicho sea de paso aparecía en la primer escena acogotándose la gallina). Marisa Tomei es una MILF con todas las letras y eso es todo lo que puedo decir al respecto.




Jeff, Who Lives At Home (2011): De las tres opciones, quizás sea la más accesible y también la que más me gustó. Probablemente una cosa es consecuencia de la otra, no importa. Dos hermanos bastante boludones (la parte más autorreferencial de estos directores) se encuentran después de mucho tiempo distanciados, pero casi de casualidad, ya que uno de ellos es incapaz de hacer algo tan elemental como comprar pegamento y terminan envueltos en situaciones impensadas que les cambian la vida, les cambian. 



The Do-Deca-Pentathlon (2012): Filmada en 2008, es el film que refleja con mayor claridad este estilo y nos pinta una ridícula competencia infantil entre dos hermanos muy boludones (¿esto no lo ví antes?) que se encuentran en el cumpleaños de uno de ellos y deciden reavivar dicho desafío. Se trata de una serie de condiciones que estipulan que quien cumpla la mayor cantidad sobre los 25 ítems de la lista, sería declarado oficialmente el mejor hermano del mundo. Así como la conté parece una mierda, y tal vez lo sea, pero le propongo verla citando a la filósofa Jelinek: "Lo dejo a tu criterio".


En conclusión, se trata principalmente de un estilo bastante pedorro pero que trata de dejar un mensaje, por más infantil parezca. No pagaría una entrada para ver esto en una sala de cine ni en pedo, pero que es una opción viable para enganchar en el cable en esos días cuando uno no tiene ganas de clavarse un tanque hollywoodense o fumarse algún bodrio europeo, o se acabaron los estrenos copados. Qué sé yo.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Volveré y seré facturas

Vamos a morir, todos, y seremos zombies en una película de Romero. Ya no vamos a poder usar el joystick inalámbrico, correr el colectivo o comprar facturas en Dünken (son las tres únicas actividades universales que se me ocurren). Las personas que querían morir mirando alguna película en el cine van a ver su sueño truncado, porque en cualquier momento prohíben todo eso. Por suerte yo desde chiquito quiero ser como el Unabomber y nada me va a impedir cumplir con esa fantasía.

¿Qué hacer, entonces, en este tiempo aciago, para pasar el rato? Observar qué es lo que el cine nos enseña cerca de la muerte y de la vida, claro está. El cine, ese universo aparte, puede bien ser resumido a unas pocas obras particulares que hablan de temas generales. Ahora que todo se acaba, ¿qué aprendimos acerca de la vida mirando cine? En la entrega de hoy, posiblemente la única, Rambo.

  • Por qué Rambo nos revela el sentido de la vida
Ya lo escribió Shakespeare en Macbeth: '-La vida [...] es un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y de furia, que no significa nada.-' Cualquiera que haya visto Rambo se da cuenta de que no hay película que represente de manera más acabada esa frase. Un idiota al servicio de un gobierno igualmente idiota se embarca en una aventura idiota y mata a muchas pobres personas que nada tienen que ver con su misión. Todas sus batallas están llenas de sonido y de algo parecido a la furia, porque la verdad que su cara representa tanto furia como una fuerte constipación con hemorroides incluídas.

Si hay alguna lección que aprender en esta película, sería la misma lección que se aprende de la vida. Es triste, pero se me viene a la cabeza la idea de no haber aprendido nada después de mirar Rambo, ninguna de las cuatro de la saga. Ni siquiera en la que ya está re viejo y cría serpientes en Tailandia. Puede ser que haya descubierto que ametralladoras de gran calibre + poca distancia al blanco = diversión, pero eso dificílmente sea una moraleja.

De toda esta tortuosa experiencia saco que no hay nada que aprender de la vida, que la misma no significa nada, y que Shakespeare es lo mismo que Rambo.