sábado, 30 de marzo de 2013

¿Quién mató a Laura Palmer?

Un poco de biografía (quizás no del todo cierta) para responder este interrogante.

David Keith Lynch nació en Montana, el 20 de enero de 1946. Marcado por las atrocidades cometidas contra la humanidad el año de su nacimiento, su cine se ve inundado de violencia y mujeres de edad variada en bolas. También hay mucho loco suelto, dentro y fuera de la historia, mucho sueño lisérgico, producto quizá de un peligroso acercamiento al té de nuez moscada, que llevó al realizador a un coma farmacológico que le duró desde el '89 al '93. Actualmente, Lynch es el orgulloso poseedor del título "El peinado más loco del mundo", del que se hizo acreedor en la Copa Mundial de Peinados Locos Helsinki '07.

Los temas que trata principalmente son cómo levantarse minitas mientras el pueblo donde vivimos se va al carajo, qué pasa cuando nos volvemos otra persona y alguien nos quiere matar, qué hacer si encontramos orejas llenas de hormigas y cómo hacerse famoso en Hollywood siendo lesbiana con delirios persecutorios y un cubo azul. Parecen ser temas acotados, pero Lynch siempre logra conectarlos con el destino de la humanidad, de modo que la premisa 'cómo levantarse minitas mientras el pueblo donde vivimos se va al carajo' fuese el leitmotiv que une la aparentemente cacofónica sinfonía que es la vida.

A lo largo de su filmografía se nota una evidente evolución, aunque para ciertos críticos (no yo) su obra es circular. Apoyan esta idea en que "ni Eraserhead (1977) ni Inland Empire (2006) se entienden un carajo". Estos críticos, amantes del cine lineal y sin vida al que tan acostumbrados nos tienen los grandes estudios, prefieren obviar sus primeros trabajos como director porque, según ellos aseguran, "todavía no los vieron".

La incursión del afamado director en el mundo de las entregas seriadas fue agridulce. El éxito inicial que obtuvo Twin Peaks (1990-91), serie escrita y producida por él, se vio drásticamente disminuido en la segunda temporada, lo que llevó a su cancelación. Más allá de eso, el show posee una de las mejores intros de toda la historia televisiva de todo el universo como lo conocemos. Y también enanos  misteriosos que bailan y hablan al revés.

La misma fue seguida por la película Twin Peaks: Fire Walk With Me (1992), que según la prensa especializada (no yo) es muy inferior a la serie y, luego por Mulholland Drive (2001), que la prensa especializada (no yo) tampoco entendió del todo.

Para concluir, el cine de Lynch es como un cuento contado por un idiota drogón, lleno de diálogos crípticos, sexo y violencia, que no significa nada de nada. Esto fue la review de David Lynch para Sega Genesis y espero que les haya gustado. Chau.

sábado, 23 de marzo de 2013

Instrucciones para llorar (en el cine)

El título es un truco de baja calaña utilizado para atraer a los lectores de Cortázar al blog. Desde ya estoy convencido de su total inutilidad, malditos famas.

Todos lagrimeamos alguna vez con una película, o se nos humedecieron los ojos, o nos produjo una pequeña mueca de tristeza, o se nos escapó un sonoro gas, dependiendo de qué tan sensibles seamos. Gran parte de la culpa de esto la tienen las películas en sí que son, casi por regla general, innecesariamente tristes y sombrías, como si la vida no fuese un continuado de alegrías y momentos mágicos por doquier. La otra parte de la culpa la tiene el espectador, dispuesto a emocionarse cada vez que el T-800 levanta el pulgar antes de ser sumergido en hierro fundido.

Por eso, desde este humilde espacio les presentamos el Llorómetro que permite conocer las posibilidades que tiene una película de hacernos llorar, y qué tan hombre hay que ser para no hacerlo. Dejo de lado a las mujeres, porque la verdad no tengo ni idea de qué tan mujer hay que ser para no llorar como una descosida mientras se mira Toy Story 3.

Grado 1: Imposibilidad total de producir lágrimas. Puede tratarse de comedias groseras o de bodrios insufribles, pero no lo suficiente como para hacernos llorar de rabia por estar perdiendo el tiempo.
Ejemplo: Easy A. A menos que lloremos por lo linda que es Emma Stone, pero en ese caso el menor de nuestros problemas serían las lágrimas.
Quién no lloraría: Cualquier hombre cuyos ductos lagrimales funcionen correctamente.

Grado 2: Posible humedecimiento ocular, producto de problemas personales que se ven reflejados en la pantalla. Clásico caso de "me pelié con mi novia y pensé que iba a ser buena idea ver una comedia romántica". No es buena idea, primero porque te deja medio como un pelotudo ver una comedia romántica por motu proprio (excepto Medianeras, que es una masa), y segundo porque si de hecho se produce el susodicho humedecimiento quedás como puto en frente de tus amigos que son todos leñadores y mineros endurecidos por la dura vida del trabajador (aunque se junten a ver comedias románticas, posiblemente para descubrir qué es el amor).
Ejemplo: La Caída, si sos un tremendo nazi.
Quién no lloraría: El padre de Zoolander, cualquier hombre que sea más o menos diestro en el manejo de armas blancas.

Grado 3: Una lágrima discreta que se desliza silenciosa por nuestro rostro. Este efecto se produce en momentos particularmente tristes dentro de una película no necesariamente triste. El ejemplo más mejor y menos peor puede ser la muerte de la madre de Bambi en Bambi. Después la película es más o menos divertida, pero cuando se le muere la madre, y Bambi le dice mamimamimami, o algo así, porque no la veo hace añares como dice mi abuela, hay que estar medio preparado para que no se piante un lagrimón. Uno solo, más ya es medio de sarasa.
Ejemplo: La muerte de Mufasa en El Rey León (que es la Bambi de una generación más desafortunada).
Quién no lloraría: Presos de una cárcel de seguridad media, a menos que estén adentro por evasión a la AFIP o algo así.

Grado 4: Llanto abierto y sin tapujos, sollozos varios e inclusive algo de vómito producto de las convulsiones (de los sollozos, que cada vez son más violentos). Grado más alto de la escala (que, dicho sea de paso, no contempla casos de llorones patológicos como el marido de Adriana Aguirre). Sólo se produce durante películas maliciosamente tristes, que contienen uno o más de los siguientes elementos: muertes lentas producto de alguna enfermedad terrible, suicidios de coreanos en cámara lenta con alguna música triste, funerales coreanos con valijas, Forrest Gump.
Ejemplo: Forrest Gump.
Quién no lloraría: Clint Eastwood (que podría considerarse un 1 en esta lista), criminales de guerra, verdugos, personas que no entienden muy bien eso de la tristeza, tipo bebés, pero esos lloran de cualquier cosa así que no pueden juzgar a nadie.

sábado, 16 de marzo de 2013

Medianeras (2011)



Con: Javier Drolas, Pilar López de Ayala, Inés Efrón, Rafael Ferro, Carla Peterson, Jorge Lanata (!) y las innecesarias participaciones de Adrián Navarro y Alan Pauls.

Director: Gustavo Taretto.

Fantabulosa (conjunción de las palabras fantástica y fabulosa) comedia romántica/depresiva sobre individuos en la crisis de los treinta y pico, llenos de fobias, depresión, ansiedades, estrés y más depresión, en los indiferentes tiempos que corren. Y eso que es un género que no me banco mucho.

A Drolas lo tenía visto de un par de publicidades, pero hay que reconocer que acá el tipo se carga la película al hombro y la rema con mucha naturalidad, al igual que López de Ayala, actriz hasta ahora desconocida para quien escribe esta crítica. Linda la gallega. 

La voz en off es casi la estrella de esta historia y es la que rodea la extrema soledad de estos personajes. Los escasos diálogos se van intercalando con anécdotas de un humor muy woodyallenesco, múltiples referencias pop y descripciones obsesivas de la imposible arquitectura porteña, asociada al peculiar comportamiento de sus habitantes. Te re cabió la descripción.

Tiene escenas muy logradas estéticamente, grandes actuaciones de sus protagonistas  y un final medio lacrimógeno. En fin, un film ideal para tomarse todo el whisky barato disponible y pegarse un corchazo en la sien derecha un domingo por la tarde. O en su defecto en la izquierda, eso lo dejo a gusto del consumidor.

Bien por esta calidad de cine de factura nacional, así da gusto. Le pongo un muy bien 10. Sí, lo que escuchó.

martes, 12 de marzo de 2013

Cortitas y al pie

_En estos días empiezo la facultad. Tengo miedo. Y ganas de gritar y de hacer caca. Y miedo.

_La temporada final de Breaking Bad va a salir en julio y parece que no puede más de lo buena que va a estar. Te voy a extrañar Heisenberg, loco de mierda.

_Parece que Szifrón volvió con todo y está preproduciendo su próxima película, Relatos salvajes. Curiosamente, está producida por Almodóvar y ya juntó a un elenco coral que te cagás. Igual, todos ansiamos que de una vez por todas haga la de Los simuladores y se deje hacer rogar. Copate, Damián.

_Spielberg va a dirigir y producir una miniserie sobre Napoleón ideada por Kubrick. Ya se habían juntado para hacer Artificial Intelligence (2001) que no estuvo tan mal, pero podría haber estado mejor. Supongo que como se murió Stanley, Steven aprovechó y le mandó ese final tan pedorro que nadie entendió. Igual, le pongo un par de fichas.

_Les recomiendo de paso que vean Heat Vision and Jack (1999), una serie dirigida por Ben Stiller y protagonizada por Owen Wilson y Jack Black que nunca salió al aire. Es sólo el piloto, pero vale la pena. Está en tres partes, because fuck you, that's why.

_Y como me dí cuenta de que no comenté nada sobre la soporífera ceremonia de los Oscars por acá, también les dejo las dos últimas ediciones de Between Two Ferns, el indescriptible talk show del gordo Zach Galifianakis con absurdas entrevistas a los nominados. Está en dos partes, la primera en Two y la segunda en Ferns.

Ahí tienen boludeces como para tirar manteca al techo. Yo debo irme, mi planeta me necesita.

sábado, 9 de marzo de 2013

Enemigos públicos de este blog

A mí me gustan las comedias estúpidas, lo dije hace un tiempo aquí mismo y lo voy a seguir diciendo. Me gustan principalmente porque son de las únicas películas que realmente entiendo (no es como cuando veo una de David Lynch, y digo, como Homero, "Qué profundo, no entendí nada").

Pero hay dos personas que aparentemente odian las comedias estúpidas con mucho resentimiento, las parodias en particular: Aaron Seltzer y Jason Friedberg (en la foto se ve la cara de subnormales que se cargan). Quizá no los reconozcan por sus judíos nombres, pero es casi seguro que alguna vez, haciendo zapping ponele, intentaron ver alguno de los bodrios que produjeron, escribieron y dirigieron: Date Movie (2006), 
Epic Movie (2007), Meet the Spartans (2008), Disaster Movie(2008) y Vampires Suck (2010).

Lo más curioso es que en Epic Movie, un aborto que sólo pude soportar por 20 minutos, actúa Kal Penn, o sea, Kumar de la trilogía Harold & Kumar, una de las sagas de drogones más graciosas de este milenio. Es medio difícil entender como un actor puede aceptar un papel en los focos infecciosos de ébola que son estas películas, quizá les ponen la tarasca arriba de la mesa antes de poder leer el guión, qué sé yo.


No tengo mucho más que decir, aparentemente perdí mi capacidad de quejarme los sábados a la tarde. Consideren esto como una entrada de relleno. De empanada no, del blog.

sábado, 2 de marzo de 2013

Desde Corea con amor

Aclaro, antes de empezar con una pequeñísima recomendación de estos dos dramas, que no sé si son de Corea del Norte o de su enemigo del Sur. Supongo que un poco de investigación aclararía este hecho, que de todas maneras parece irrelevante, pero ¿quién soy yo para ponerme a investigar? ¿Majul? ¿Lanata? (De hecho apenas me metí a IMDb me di cuenta de que uno es de Corea del Sur y el otro de Japón. O sea, todo un párrafo perdido).

Los coreanos (además de generar
 odiosos hits veraniegos), hacen un cine extraño y fantástico, que abarca todo el espectro de géneros con realizaciones muy logradas, pero se destacan en los dramas, que generalmente tienen algún transfondo filosófico más o menos oculto detrás de la trama. Quizá está mal generalizar, pero ya lo hice así que no molesten.

Peppermint Candy (1999) Traducida pésimamente como Caramelo de Menta, es una de las tres películas más o menos conocidas cuya evolución temporal está invertida (si me acordara pondría el nombre técnico del fenómeno, pero tengo las neuronas medio traspapeladas).


Aunque, a diferencia de las otras dos (Memento, del 2000 Irreversible, del 2002), los saltos temporales de Peppermint son de a varios años a la vez.

Comienza, como es de imaginar, con el suicidio del personaje principal. El resto es un arduo camino a través de la vida del infeliz, mostrándolo en sus mejores y peores momentos, o como diría Ignatius Reilly: 'en los ciclos positivos y negativos de la fortuna'. Descubrir qué lo lleva a ultimarse es casi como darse cuenta de que la vida es una mierda, lo que tampoco es una novedad, pero está bueno hacerlo mientras comés pochoclo.


Esta película tiene el dudoso honor de ser la más triste que vi en mi vida, ganándole por poco a otra asiática cuyo nombre no recuerdo, pero que trataba de unos niños cuya madre, un puta descarada, abandonaba, y terminaban en la miseria, enterrando a la hermana más pequeña en una valija cerca del aeropuerto, en una clara metáfora que indicaba que la vida es una mierda.

Time (2006) del más reconocido director Kim Ki-duk (de Spring, Summer, Fall, Winter... and Spring
, del 2003), se dedica a explorar en qué radica la humanidad de las personas, o la personalidad de los humanos. Y también algo sobre el paso del tiempo, claro, si no se llamaría Personality, o Humanity.

No estoy seguro de cómo se debe contar la sinópsis, porque no recuerdo si el final es sorpresivo o no (igual yo me había dado cuenta tirando para la mitad de la película de lo que pasaba, no así en The Sixth Sense, porque un infeliz me contó el final). Una mujer bastante desequilibrada vive aterrada de que su pareja pierda el interés por ella, hasta que un día desaparece. El tiempo pasa (para adelante) y el hombre al final se consigue otra, porque nadie es irremplazable. Los paralelismos entre una relación y otra comienzan a surgir misteriosamente...

Calculo que la idea se entiende. Ahora hay que ir a su videoclub amigo más cercano, alquilar las dos orientales películas y deprimirse a pierna suelta. Y de paso hago un llamado a la solidaridad para pedirles si pueden dejar el nombre de la película del funeral de la valija, que se me sigue escapando.


Ya me voy a acordar.