Dudo mucho que cuando Hitchcock inauguró la manía esa de aparecer un par de segundos como un simple observador fuera de escena en cada una de las películas que dirigía, haya pensado que Jesse Heiman continuaría con el extraño pero aparentemente redituable legado de figurar en un par de fotogramas de la pantalla sin emitir bocado alguno ni aparecer en los créditos finales.
Al fin y al cabo convengamos que ningún extra por más veces que haga acto de presencia tiene demasiada relevancia en el arco argumental de una película. A menos que sea un film sobre extras o estemos frente a un bodrio de proporciones bíblicas y al ser víctimas de un aburrimiento irreversible nos interese más saber quién es aquel que pasó comiendo papas fritas al lado de Brad y Angelina. O algo así.
Desde su prometedor inicio (?) en la secuela de American Pie, Heiman ha hecho bolos en cuanta serie y película le han ofrecido, casi siempre en roles similares. Hasta se chapó a Bar Refaeli en una publicidad. Genio de la vida.
Momento cinematográfico por el cual lo recordaré siempre: Ninguno.
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